Podría ser uno más de los cientos, miles, de pequeños pueblos que están desapareciendo (o a punto de hacerlo) en la España rural. Pero su pretérito esplendor económico —derivado del negocio de la explotación de la sal— y su condición de privilegiado observatorio de aves en la reserva natural de las Lagunas de Villafáfila, en Zamora, se resisten a relegar a una muerte definitiva los últimos restos de Otero de Sariegos, pueblo convertido en icono de la despoblación décadas antes de acuñarse la expresión “España vacía”.