—¿Cómo se le dice a una hija que se va a la guerra?
—Le dije que la quería mucho, pero que me tenía que ir. Que allí estaba la abuela, su tía, su sobrino y que tenía que estar.
En una de las pocas cafeterías abiertas en la militarizada ciudad de Kramatorsk (Donetsk), uno de los puntos clave de tránsito de los soldados ucranianos movilizados en el Donbás, Oleg busca en su móvil una foto de su hija en un concierto de Getafe (Madrid). La mira con nostalgia y algo de culpa.
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