Hace justo un año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó una plataforma para que quienes estaban desarrollando vacunas, pruebas o medicamentos contra el coronavirus compartieran su conocimiento técnico y sus datos con otros productores. La idea detrás del mecanismo, llamado C-TAP (Acceso Mancomunado a Tecnología contra la COVID-19), era promover un modelo de ciencia abierta, en el que las licencias (la autorización para usar las patentes) se concedieran de forma no exclusiva y transparente para aprovechar la mayor capacidad de fabricación posible por parte de otras empresas cualificadas, sin temor a ser demandadas.