Un inocultable desconcierto tomó cuenta, el lunes, de los ámbitos políticos, deportivos y periodísticos, en el Congreso, cuando la Conmebol anunció que la nueva sede de la Copa América será Brasil. Las reacciones no se hicieron esperar: mientras epidemiólogos, gobernadores, intendentes y legisladores miraban hacia Brasilia con desconfianza, hablaban de la pandemia y desaconsejaban los juegos, el presidente Jair Bolsonaro salió a decir que, si de él dependiera, la competencia tendría lugar a partir del 13 de junio.
Ese mismo lunes por el mediodía, la Confederación del Fútbol Sudamericano le agradeció al presidente brasileño que le hubiera "abierto las puertas", luego de la deserción de la Argentina y de Colombia.
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