“A largo plazo quizá acabe loco y tirándome por el balcón”. Dice la frase medio sonriendo, lo suficiente como para que nadie se alarme al oírla, pero sin ocultar cierta amargura. Prefiere no revelar su nombre real, así que le llamaremos Andrés. Está hablando del nivel de presión, exigencia e intensidad de su trabajo. No es médico, ni bombero, ni profesor de una clase de 30 pequeños diablillos, aunque las bolsas en sus ojos podrían llevarnos a engaño. En realidad Andrés es artista de efectos visuales.