El 4 de marzo, millones de niños italianos cerraron sus libros, se colgaron sus mochilas y dijeron adiós a sus compañeros y profesores por última vez en este curso. El Gobierno acababa de ordenar el cierre de colegios en todo el país como medida para frenar la propagación del coronavirus, una decisión que ha extendido hasta septiembre. Por delante, los menores tuvieron dos meses de confinamiento y aprendizaje a distancia, con todas las dificultades asociadas a la obligación de permanecer en casa.
Ahora, en plena desescalada y con el fin de curso a la vuelta de la esquina, Italia se ha enfrascado en un debate: ¿se debe permitir que los alumnos se reúnan para celebrar el último día de "cole"? De un lado, quienes defienden su "fuerte valor simbólico" y conciben como un "regalo" que los niños puedan socializar, al menos un día, con sus compañeros tras casi tres meses de cierre.