Aquel día, Bassam Sheikh Hussein iba en chanclas, pantalón corto y cara descubierta. En una mano llevaba una escopeta y en la otra, un bidón de gasolina. Cruzó la calle, entró de un portazo en la sucursal del Federal Bank de Beirut. "A quien se mueva, lo mato". Entonces empezó a vaciar el bidón de gasolina sobre el mostrador, el suelo y los ordenadores, cuenta a elDiario.es. Agarró al director y le pidió el dinero. Su dinero.
"Las negociaciones fueron difíciles y duraron mucho, desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde.