En el pasado Festival de San Sebastián todos los focos se concentraron en Ulrich Seidl y su película Sparta. Seidl no es ajeno a la polémica. Sus películas siempre son provocadores bofetones a una Europa que muestra decadente y agonizante. Mostró a las mujeres ricas alemanas que iban a África en busca de sexo de pago, el fanatismo religioso, y hasta los sótanos austriacos donde se guardaban símbolos nazis con total impunidad. Un retrato pesimista y desolador que se completa con su nuevo díptico formado por Rimini y Sparta.