El futuro es siempre conjetura, persiste en deseos, intenciones, miedos y formas de imaginarlo. Cada época se distingue por eso: por los modos en los que concibe su futuro. La vivienda y los modos de vivir siempre fueron un indicador decisivo del estado de una sociedad al que la gobernanza nunca terminó por atener demasiado. Sin embargo, el futuro no existe en el futuro, insiste en el presente. Si bien es cierto que el modo en que pensamos el futuro nos define día tras día, la historia ha certificado que aquellas comunidades que ingenian futuros deseables terminan por anhelarlos y las que no se pueden permitir tal ingenio, entonces, se sobrecogen.