Si alguien lee la sinopsis de Scrapper, la historia de una niña de un barrio obrero y precario de Londres que pierde a su madre y engaña a los servicios sociales para sobrevivir, se imaginaría un dramón de dimensiones épicas. Una película gris, hasta lluviosa. Una película que haría Ken Loach, cineasta que ha impregnado su estilo en todas las generaciones posteriores. Sin embargo, Reino Unido siempre ha mostrado esa flema británica para tratar temas sociales desde otro punto de vista. El ejemplo paradigmático es Full Monty, la comedia de Peter Cattaneo que arrasó hasta llegar a los Oscar y que, en forma de comedia lo que hacía era radiografiar a una comunidad de trabajadores expulsados por las medidas neoliberales de Margaret Thatcher.
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