Recorriendo estos días la sala C del edificio Jerónimos del Museo del Prado no se pueden extraer conclusiones categóricas sin temor a equivocarse (y mucho). La realidad que vivieron nuestros antepasados en la España de los siglos XIII al XV fue tan compleja entonces como difícil es comprenderla desde el presente sin antes haberse parado a reflexionar. “Pensar que no hubo intercambios ni transferencias entre cristianos y judíos en aquella época porque hubiera dificultades es una simplificación muy fuerte, una banalidad”. Las palabras de Joan Molina, comisario de la exposición El espejo perdido.