El lunes 14 de octubre, Quito amaneció con atascos, con sus avenidas llenas de basura, con intersecciones llenas de ceniza, con paradas de buses rotas, con señales de tráfico arrancadas. Pero amaneció con paz. La noche anterior, el presidente del Ecuador, Lenín Moreno, y el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), Jaime Vargas, habían llegado a un acuerdo. Después de once días de paro nacional, ocho fallecidos, más de 1.000 detenidos, y 127 periodistas agredidos, las manifestaciones terminaron. Moreno, en un diálogo moderado por las Naciones Unidas y la Conferencia Episcopal, se comprometió a derogar el decreto 883 que había emitido el 1 de octubre y eliminaba el subsidio a los combustibles.