Hubo un tiempo, no hace mucho, en que lo contracultural era germen de vanguardia y acicate para el progreso. Permanecía oculto, entre minorías, y mantenía intacta su capacidad de pervertir almas. La exposición a una sola imagen, canción o fotograma podía trastocar la vida de cualquier adolescente. El periodista y escritor valenciano Rafa Cervera tenía 14 años cuando una fotografía de Lou Reed subvirtió su mundo: “Lo descubrí en un monográfico que le dedicó la revista Popular 1. Lo recuerdo perfectamente. Al ir a coger el 70 en la plaza del Ayuntamiento, vi la revista colgada en el expositor del Quiosco Moderno, cuál si no.
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