Es sorprendente ver cómo la música pop puede acabar convertida en rehén de ciertos dirigentes políticos dispuestos a apropiarse de lo que sea con tal de darse la razón a sí mismos. En 2010, Johnny Marr y Morrissey tuvieron que pararle los pies a David Cameron, por aquel entonces primer ministro conservador británico, porque no paraba de citar canciones de The Smiths en el parlamento. Por descontado, Cameron, y quien sea, es muy libre de escuchar la música que le apetezca y presumir de ello si quiere, pero no por eso el espíritu de dichas canciones va a cambiar.