Los cines se encuentran en un momento incierto. Mientras que masas de adolescentes abarrotan cada estreno de Marvel y cada saga palomitera, el público cinéfilo y adulto ha perdido el hábito de acudir a las salas y casi todas las apuestas destinadas a ellos en 2022 han ido decepcionando, incapaces de sacarles de sus sofás y de apagar Netflix. Han sido las que han propuesto experiencias casi físicas, que recuperan esa capacidad del cine de maravillar, las que han conseguido trascender. Eso lo sabe bien James Cameron, que ha logrado que la gente acuda de forma masiva a ver la secuela de Avatar porque ha conseguido que todos vuelvan a quedarse con la boca abierta como si fueran aquellos espectadores que vieron llegar el tren a la estación de la Ciotat y pensaron que iban a ser arrollados ante algo que nunca habían visto.
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