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Vetusta Morla convierte su fiesta de despedida en un "golpe maestro"
Cuatro canciones después de empezar el, por el momento, último concierto de Vetusta Morla; Pucho, su líder, ya empapado en sudor, ha pronunciado este lunes estas palabras ante una sala La Riviera de Madrid igual de mojada y eufórica que él, entregada a lo que no sabe si será el hasta pronto, hasta luego o hasta siempre de la banda.

El grupo ha conseguido que su calendario haya quedado en un segundo plano durante las dos horas que, sobre el escenario, han puesto el broche a su particular punto y seguido al ritmo que llevan siguiendo desde hace un cuarto de siglo. “Esto es una fiesta y vamos a bailar”, ha dicho nada más comenzar el vocalista. Y así ha sido. Los bailes, los saltos, los gritos, los brazos en alto, mucho calor, y aún más cariño han sido los protagonistas de la velada.

La formación ha arrancado su recital con Los puentes, donde han incluido su primera reivindicación, con recuerdo y apoyo para Palestina. El discurso del rey, Fiesta mayor y Golpe maestro han sido las siguientes canciones, encargadas de abrir la gran cita y de conseguir generar el ambiente para que sus letras cobraran sentido y fueran entonadas al unísono. La ubicación elegida ha sido una sala alejada de los grandes recintos que parecen presidir cada vez más el ranking de los espacios que cualquier artista debe aspirar llenar. Vetusta Morla no ha querido llenar el estadio Santiago Bernabéu ni el Wizink Center antes de su paréntesis. Ha vuelto a 'casa', a un local con un aforo de 2.500 personas, donde no actuaban desde 2024, cuando presentaron su álbum La deriva.

“Las Cajas Mágicas, los Metropolitanos, los Palacios de los deportes están muy bien pero, cómo mola volver a una sala, ¿no?”, ha pronunciado Pucho, acometiendo el “atraco perfecto” del que habla su tema Golpe maestro. Vetusta Morla anunció que se daría un descanso tras el lanzamiento de su disco Figurantes el pasado mes de abril. Las alarmas saltaron, aunque tenuemente, ya que su mensaje fue y se ha mantenido claro desde entonces: “Si todo va bien volveremos a juntarnos en 2026”. No es el final. “Necesitamos apartarnos para fortalecernos”, explicaron.

Este será el camino que emprendan desde este lunes. Sí, lunes, un día extraño para decir adiós en una jornada marcada por las 'vueltas al cole' para los más pequeños y el regreso tras las vacaciones para tantos otros. Pero para cuando el sol ya se había escondido tras el horizonte, la capital ha encendido sus farolas al ritmo de la banda que ha concluido abrazada, entre lágrimas y sudor. Y por segunda jornada consecutiva, ya que venían de tocar este domingo en la misma sala.

“Lo de la noche de anoche, como canta la Rosi, es algo que no se puede explicar”, ha defendido Pucho en el inicio, haciendo referencia a la canción de Rosalía y Bad Bunny, “esperemos que los aquí presentes volvamos a repetir algo como lo de anoche”. Y para ello han tirado un repertorio que ha abierto sus brazos a toda su trayectoria.

“Esta noche Figurantes es un figurante más de nuestra carrera”, ha asegurado Pucho, que posteriormente ha vuelto a acordarse del título mucho más avanzada la velada, esta vez para apelar directamente al público madrileño: “Siempre hay una energía especial. Da igual si habéis venido hoy por primera vez o si estuvisteis en el Café la Palma. Gracias por todo lo que nos habéis dado. No sois figurantes, sois las estrellas de todo esto”. Los primeros gran éxtasis, eso sí, han llegado con Un día en el mundo y Maldita dulzura.

Contra la gentrificación en un homenaje a Madrid

Pucho ha confesado que, hasta hace bien poco, pensaba que los momentos en los que los fans agitan los brazos de un lado al otro en sus directos, coreografiados al son de sus canciones, era algo que surgía “espontáneamente”. La realidad es otra, ya que el verdadero 'culpable' es el percusionista Jorge González, que orquesta los movimientos detrás de él. Todo ello antes de dar paso a ¡Ay, Madrid!. “Este es un canto de amor, con mucha mala baba, a nuestra ciudad”, ha planteado el cantante. “Por la gentrificación, los barrios que expulsan a la gente, la gentrificación, los alquileres, la turistificación, la riquización [término que ha reconocido haber inventado], la centralización de los eventos. ¿Por qué todo tiene que estar en el centro?”, ha preguntado.

El público de La Riviera, moviendo los brazos al son de Vetusta Morla El público de La Riviera, moviendo los brazos al son de Vetusta Morla

“No queremos que talen más árboles”, ha añadido con el mismo ímpetu, “respeten la naturaleza”. “A pesar de todo esto, le hacemos canciones tan bellas como esta”, ha concluido antes de comenzar a interpretar el tema, que ha sido acogido con ternura desde la sala. “Me dejé las alas en el metro y no sé seguir. No, no puedo sin ti. Ay, Madrid. Se te empaña el rostro en el espejo. Te extraño tanto como a mi”, reza su estribillo. “La primera vez que escuché esta canción, lloré”, me reconoce en ese momento mi amigo Adri, ejemplificando el vínculo que, una hora después, el grupo ha logrado establecer con los presentes. Muchas pieles de gallina.

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