En el itinerario que ha modelado Jeremy Hunt, canciller de la Hacienda del Reino Unido, para espolear la economía británica en recesión, como corroboró en la presentación de su plan, no hay ni rastro del doctrinario thatcheriano. Adiós a las agresivas rebajas tributarias sobre los patrimonios de los más pudientes, como proclamó la defenestrada Liz Truss a comienzos de octubre. La nueva hoja de ruta económica de Downing Street se asemeja bastante a la concebida por el ticket hispano-luso: elevación de la presión fiscal sobre los beneficios caídos del cielo de las eléctricas, congelación del recibo de la luz e incremento del salario mínimo.