Cuando Mariano García (22 años) se mudó a Madrid para estudiar la carrera de psicología, tenía claros tres requisitos indispensables a la hora de buscar una vivienda: no pagar más de 300 euros mensuales para una habitación; no compartir piso con más de tres personas y tener un contrato a su nombre para poder acceder a una beca de estudios. “Al principio también vine con la idea de vivir cerca de la universidad, pero tuve que abandonarla pronto”, recuerda.
Después de mes y medio de entrevistas y puertas cerradas, no le quedó otra que renunciar a una de sus líneas rojas.