La economía de Brasil ha vivido dos realidades opuestas en el primer año de Jair Bolsonaro en el poder: la euforia del mercado financiero y un ligero crecimiento económico frente a la precariedad de un mercado laboral aún deprimido.
Desde que asumió la Presidencia, el pasado 1 de enero, el líder ultraderechista ha dejado las riendas de la mayor economía de Suramérica en manos de su ministro Paulo Guedes, un rígido ultraliberal de la Escuela de Chicago.
Con ese poder, Guedes trazó una política agresiva basada en reformas estructurales, privatizaciones, concesiones y austeridad, con objeto de reducir lo máximo posible el tamaño del Estado y reequilibrar las maltrechas cuentas públicas.
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