Más de 1.000 seguidores de una religión cristiana fundada en China han optado por huir de la persecución que sufren en su país y se han exiliado en Corea del Sur, donde viven entre el miedo a la deportación y un acoso que aseguran que sigue orquestando Pekín.

"Debido a mis creencias, mi hermano y mi cuñado fueron arrestados. A mi hijo lo intimidaron y amenazaron constantemente. Al final no pudo soportarlo y se colgó. Tenía 12 años", cuenta a Efe el hermano Zhongcheng, de 52 años, uno de los fieles de la Iglesia de Dios Todopoderoso (CAG por sus siglas en inglés), exiliado en Seúl.

"Mi mujer también fue acosada por el Partido Comunista Chino (PCCh) y al final se divorció y se casó con otro. Por mi fe, mi familia fue desgarrada y el PCCh trata de darme caza desde hace 17 años", afirma Zhongcheng, cuyo nombre legal es Du Jinchang, en una sede que la congregación tiene en el sureste de Seúl.

La hermana Chuangsong (60 años, nombre legal Li Chunlian), sí cayó en manos del Ministerio de Seguridad Pública chino, según cuenta, en 2005.

"Durante el interrogatorio me fracturaron los dedos de los pies, el brazo izquierdo y la cabeza del fémur. Me golpearon con dureza en la cabeza y perdí mucha sangre y me desmayé", rememora con la voz entrecortada.

Las autoridades la condenaron un año en un campo de reeducación y trabajo y le advirtieron que si continuaba predicando le caería "un castigo aún mayor".

Zhongcheng y Changsuan proceden de Changchun (noreste) y, tras mudarse a distintas ciudades chinas escapando de esta persecución, llegaron a Corea del Sur en 2013 ayudados por seguidores ya establecidos legalmente en el país.

Al igual que los otros 1.010 seguidores de esta iglesia exiliados en el país vecino, han solicitado asilo sin éxito.

Los miembros de esta congregación suponen una cuarta parte de los 3.999 ciudadanos chinos que hasta 2018 han solicitado asilo por motivos religiosos en Corea del Sur, según cifras facilitadas a Efe por el Ministerio de Justicia, lo que subraya la opinión de muchos académicos de que "CAG es el nuevo Falun Gong".

Sabedores de que China ejerce una influencia económica vital sobre Corea del Sur, en la iglesia se confiesan "agradecidos" con el Gobierno de Seúl, puesto que no ha ejecutado ninguna de las 180 órdenes de extradición que ha emitido para sus seguidores desde 2016.

Aun así, al hecho de que Corea del Sur apenas concede a nadie el estatus de refugiado (solo se han aceptado un 4 % de solicitudes) se suma la influencia que tienen las iglesias evangélicas autóctonas, algunas de las cuales han visto en CAG un grupo "herético" que amenaza con robarles seguidores.

Uno de estos grupos ha organizado protestas ante su sede de Seúl y publicado en una revista fotos de sus miembros exiliados en Corea del Sur, los cuales aseguran a su vez que el PCCh se encuentra detrás de esta campaña, puesto que muchas de esas instantáneas son las de sus documentos oficiales chinos.

"Creo que si me deportan a China seré interrogado por el PCCh y que eso podría incluso costarme la vida", asevera Zhongcheng.

LAS VÍCTIMAS DE LA PERSECUCIÓN

Su iglesia asegura que 117 seguidores han muerto víctimas de esta persecución que China activó poco después de que se fundara el credo, en 1991.

Enseguida catalogó esta nueva religión como "xie jiao" ("enseñanzas heterodoxas"), ya que tiene todos los ingredientes para incomodar al PCCh: ha crecido rápidamente (Pekín sostiene que hay 4 millones de fieles en China), se ha expandido a diversos países y critica al partido.

Otro elemento de peso es que parece tener y mover mucho dinero; su sede surcoreana es un flamante edificio de cinco plantas, sus seguidores visten pulcra y elegantemente y emplean dispositivos electrónicos de última generación y los vídeos que la iglesia pública en diversos idiomas (español incluido) son producciones decididamente costosas.

CAG asegura que el dinero procede exclusivamente de donaciones de seguidores, a los que no se permite donar hasta que llevan 1 año en la congregación.

LOS ARGUMENTOS DE PEKÍN

Por su parte, Pekín y grupos opositores afirman que esta iglesia lava el cerebro a sus seguidores, obligándoles a abandonar a sus familias y entregar sus bienes, algo que CAG niega.

Las autoridades chinas también han acusado al grupo de crímenes como el cometido en 2014 en un McDonalds de la provincia de Shandong, cuando unos "misioneros" mataron a golpes a una mujer que se negó a darles su número de teléfono.

Uno de los expertos que, a partir del estudio minucioso de documentos judiciales chinos, consideran que se acusó falsamente a CAG en este infame caso es Massimo Introvigne, fundador y director del Centro para el Estudio de Nuevas Religiones (CESNUR).

Introvigne, autor del libro "Explorando la Iglesia de Dios Todopoderoso" (Editorial Comares, 2019), ha documentado "varios casos de exiliados de CAG que fueron deportados o convencidos para retornar "espontáneamente" a China y que al llegar fueron arrestados y condenados a penas muy severas", según cuenta a Efe.

El experto italiano cree que, como ya ha sucedido en países que han concedido asilo a fieles de CAG (EE.UU., Nueva Zelanda, Francia, Canadá, Alemania o Finlandia), se empezarán a lograr cada vez más decisiones favorables "a medida que organizaciones internacionales, como ya hace la comunidad académica, publiquen nuevos documentos sobre la persecución de CAG en China".