Mike Waltz ha sido destituido después de uno de los mayores escándalos que ha causado tensiones internas en el equipo del presidente de EEUU
Trump cesa a Mike Waltz como asesor de Seguridad Nacional por el 'Signalgate' pero lo nombra embajador en la ONU
El primer gran despido de la segunda era de Donald Trump se produjo en el día 101 de su mandato. El presidente parece que no quiso empañar el hito de sus primeros 100 días en la Casa Blanca constatando las tensiones internas.
Destituir a Waltz supone reconocer de facto la gravedad del escándalo conocido como Signalgate y también tragarse sus propias palabras. Cuando se supo que Waltz añadió por error al periodista Jeffrey Goldberg a un chat de Signal en el que se compartía información militar muy sensible, Trump cerró filas e insistió en que confiaba en su asesor y que lo ocurrido era un “error técnico”.
Trump, que nunca quiere perder, anunció la reubicación de Waltz como embajador de Estados Unidos en la ONU. El cargo había quedado vacante después de que el presidente pidiera a Elise Stefanik que dejara el puesto en Naciones Unidas para volver al Congreso y asegurar así la ajustada mayoría republicana. De esta forma, Trump ofrece una salida digna para Waltz y para él mismo, tapando una vez más las grietas que aparecen en su nuevo Gobierno.
El uso de la aplicación comercial Signal para compartir información confidencial sobre los ataques contra Yemen el pasado 15 de marzo puso de relieve fricciones y dudas que se habían estado gestando en el seno de la Administración desde el primer día. A pesar de que el foco en los primeros meses había estado en las tiranteces que el multimillonario Elon Musk había provocado entre los secretarios de Trump, había aún más suciedad debajo de la alfombra. Y Waltz era otro de los bultos que se habían intentado escurrir bajo ella.
El escándalo Signalgate solo fue la gota que colmó el vaso, ya que Waltz nunca llegó a encajar del todo en el nuevo gabinete, según explican distintas fuentes de la Administración al medio estadounidense The Atlantic. Su capacidad para el cargo se vio cuestionada por la falta de coordinación con los miembros de su propio equipo y no pudo demostrar a Trump que era capaz de gestionar las personas que estaban a sus órdenes. Waltz, además, protagonizó choques con algunos de los miembros del círculo íntimo de Trump, como la jefa de gabinete, Susi Wiles.
El ya exasesor de Seguridad Nacional tuvo diversos enfrentamientos con Wiles, quien lo consideraba despectivo, según explican fuentes conocedoras de la situación a The Atlantic. Coincide que también Musk, quien ha perdido posiciones en la corte de Trump recientemente, le hizo algún desaire a Wiles. A pesar de mantener el perfil bajo, la jefa de gabinete es una figura influyente dentro del gabinete.
La postura que adoptó Waltz respecto a la guerra de Ucrania y la relación con Rusia tampoco fue la mejor si se tiene en cuenta la buena sintonía entre Trump y su homólogo ruso, Vladímir Putin. Cuando en 2022 las fuerzas rusas invadieron Ucrania, Waltz acusó a Putin de cometer “crímenes de guerra”. Aunque fue moderando su discurso y alineándose con la geopolítica trumpista, una vez dentro del Gobierno siguió siendo una de las voces que pedían que EEUU impusiera más sanciones a Rusia si el Kremlin no cooperaba en las negociaciones de paz.
Igual que el actual secretario de Estado, Marco Rubio, Waltz era conocido por estar a favor de la mano dura con Moscú. La única diferencia es que parece que Rubio ha sabido disimular mejor que Waltz. De hecho, el hispano ahora será quien ocupe el cargo de consejero de Seguridad Nacional en funciones. El último secretario de Estado que también desempeñó ambos roles fue Henry Kissinger entre 1973 y 1975.
En el nuevo Gobierno de Trump parece que la incompetencia es tolerable mientras se combine con una lealtad total al presidente. El problema es que Waltz tampoco era visto como lo suficientemente fiel al jefe debido a su pasado: durante las elecciones presidenciales de 2016, apareció en un anuncio en el que exhortaba a sus compañeros republicanos a “detenerlo”. Para más inri, también hizo rabiar a la vieja guardia MAGA con la metedura de pata del chat de Signal.
La conspiracionista Laura Loomer se reunió con Trump en el ala este de la Casa Blanca a principios de abril pidiendo dimisiones por la filtración del chat. Entre las cabezas que la influencer de extrema derecha quería ver rodar estaba la de Waltz, a quien acusaba de deslealtad. Poco después de ese encuentro se produjeron los primeros despidos dentro del Consejo de Seguridad Nacional y otros departamentos, pero solo se vieron afectados cargos de rango inferior, mientras que Waltz se mantuvo en su puesto.
El camino que ha seguido Waltz se parece mucho al que está recorriendo el jefe del Pentágono, Pete Hegseth. El Signalgate ha acentuado las dudas internas respecto a su capacidad para liderar el Departamento de Defensa después de haber protagonizado otros errores menos mediáticos. Hegseth fue quien envió por el chat los detalles sobre la operación y recientemente se ha descubierto que también los compartió en un segundo grupo con su mujer y hermano. Como pasó con Waltz, el escándalo fue la gota que colmó el vaso y ahora Hegseth está siendo investigado por el mismo Pentágono. Sin embargo, hay una pequeña pero importante diferencia entre el secretario de Defensa y Waltz: Trump siempre lo ha visto como una de las figuras más leales y tiene mejor cabida en las filas trumpistas.