La caótica Administración Trump empuja al dólar a una encrucijada: mantener su dominio en el orden comercial siendo la divisa del país que ha edificado la Gran Muralla contra el libre mercado. El euro es la moneda capaz de conquistar su cetro. Aún está lejos del ‘billete verde’, pero los analistas coinciden en que puede rivalizar con el dólar si Alemania recupera su salud económica y el BCE pone en liza los eurobonos
EEUU y Europa se enfrentan a la gran fractura transatlántica por el estallido de la guerra comercial
El euro no está en disposición de suplantar al dólar como divisa hegemónica internacional, pero se encuentra ante un desafío histórico único para reajustar su poder de influencia global con el billete verde americano. Paradójicamente, ha sido la agresiva escalada arancelaria instaurada en la Casa Blanca por Donald Trump la que ha entregado en bandeja de plata tal oportunidad.
No es la primera. Desde su puesta de largo en los mercados, en 1999, la aspiración de los jerarcas del club comunitario siempre ha sido convertirse en una alternativa al dólar. Sin embargo, poco duró su declaración de intenciones. Porque en 2000, durante la cumbre otoñal del FMI en Praga, una acción concertada de los principales bancos centrales tuvo que acudir a amortiguar su caída libre en los mercados cambiarios. Tampoco sería la única.
Bruselas también albergó la esperanza de suplantar al dólar tras el colapso crediticio de 2008 al que condujeron las hipotecas subprime americanas de dudosa fiabilidad y la nacionalización de Lehman Brothers. Pero el tsunami financiero arrastró al euro hacia una crisis de deuda que casi acaba con su propia existencia y dejó en evidencia que el BCE no fue creado para ejercer como prestamista de última instancia -como el FMI-, lo que provocó escaladas masivas en las primas de riesgo de socios monetarios en peligro de rescate financiero, vulnerabilidades en los bonos soberanos que se alejaban de la estabilidad del bund alemán y, en consecuencia, una oleada de retiradas masivas de depósitos.
Sin embargo, ahora, las tornas parecen haber cambiado. De manera repentina. A raíz del retorno a la Casa Blanca de la Administración Trump, el dólar, en apenas cuatro semanas desde su inicial euforia por la toma de posesión del mandatario republicano en las que rozó varias jornadas la paridad con el euro, ha perdido la cuarta parte de su valor con la divisa europea. Esencialmente, por la “agresiva” y “caótica” política arancelaria ordenada a golpe de decreto por el inquilino del Despacho Oval. Así lo describe el consenso del mercado, casi unánime en sus diagnósticos sobre los efectos de su súbita debilidad.
Entre otras valoraciones, las notas a inversores de gestoras y banca privada hacen hincapié en que el dólar ha dejado de ser un refugio seguro para los capitales y ha precipitado la rotación de las carteras hacia latitudes alejadas de Wall Street. La “excepcionalidad” estadounidense con la que definían la constante rentabilidad adicional de las plazas bursátiles americanas, parece que se ha echado a sestear durante una temporada. También como consecuencia del elevado voltaje geopolítico y la tensa volatilidad que manifiestan los mercados.
El BCE confía en que el euro gane músculo exteriorChristine Lagarde, presidenta del BCE, o Paschal Donohoe, el jefe del Eurogrupo que engloba a los ministros de Finanzas del euro, han sido las voces oficiales que más han ensalzado la retórica de que la moneda común está en disposición de fortalecer su estatus internacional. Pese a que el billete verde acapara el 57% de las reservas internacionales, el 54% de la cuota exportadora y del 88% de las transferencias de pagos al inicio de la andadura de la Administración Trump según el equipo financiero de Atlantic Council. Frente al 20%, 30% y 31% de porción que le corresponde al euro; ambas muy por delante de la libra, el yen y el rinminbi, la divisa que cotiza en mercados cambiarios por el yuan chino.
Desde el pasado 11 de abril, el dólar navega en mínimos de tres años frente a la cesta de divisas más representativas, tras devaluarse por encima de los dobles dígitos desde comienzos de 2025, en lo que los expertos cambiarios califican como “una de las alteraciones más bruscas desde la debacle bancaria de 2008”. Bajo una atmósfera desconocida desde hace décadas en Wall Street en la que reina la estrategia de “vender América”, con saltos de rentabilidad excepcionales del bono del Tesoro a 30 años, el que determina la confianza a largo plazo de la economía de EEUU, hasta rozar el 5%, síntoma de fugas de capitales que, paradójicamente, han huido hacia Europa y China de forma masiva.
El salto de rendimiento de los bonos a 30 años, del 4,4% al 4,8% en tan solo una semana, la segunda de abril, es el de mayor enjundia desde la década de los ochenta.
Los inversores, pues, han abandonado los valores estadounidenses. Asustados por una peligrosa combinación de vuelta al proteccionismo comercial, recortes masivos de gastos federales desde la oficina DOGE de Elon Musk que no compensan los fuertes desembolsos en Defensa ni parecen suficientes para justificar la futura -y generosa- rebaja fiscal a rentas personales y beneficios de empresas que prepara el Tesoro y mucho menos para amortiguar la presión del servicio de pagos de la deuda, que se ha propulsado hasta los 36,5 billones de dólares, el 124% del PIB más elevado del mundo.
Aunque también por el estado de ebullición geopolítica, la polarización en el mayor mercado global o los intentos de su presidente de politizar e interferir en la estrategia de la Fed; principio sacrosanto del liberalismo monetario que Trump parece dispuesto a combatir.
Todo ello se suma al unilateralismo que rige las decisiones del gabinete trumpista y configura el coctel molotov que ha hecho tambalearse Wall Street, que ha visto salir 5 billones de dólares en el primer trimestre del ejercicio. Más que el PIB de Alemania o de Japón. Son las señales que Lagarde y Donohoe han interpretado como augurios de un cambio en el orden monetario global.
La escalada arancelaria americana pasa factura al dólarLa responsable del BCE apunta otros condicionantes. Entre otros, los daños colaterales que los aranceles recíprocos, los incrementos de gravámenes a sectores neurálgicos como el del acero, el aluminio o la automoción o negocios esenciales para el avance tecnológico hacia la Inteligencia Artificial (IA) como los chips pueden provocar sobre la globalización.
Lagarde habla de riesgo de decoupling comercial, de divergencia de tipos de interés y de espiral inflacionista con anemia de actividad. “Inestabilidad y eclosión de precios derivadas de un shock permanente de oferta y de políticas proteccionistas”, explica. Además de “fragmentación de cadenas de valor por criterios geopolíticos” que pueden atentar contra la supremacía del dólar […] y del euro, su escudero global.
A su juicio, en la post Guerra Fría, con un entorno geopolítico favorable, la oferta global se hizo más elástica a los cambios de la demanda interna, lo que condujo a una fase de inflación estable y baja. Pero ahora -explicó- EEUU depende por completo de la importación de catorce minerales críticos y los precios mundiales subirían cerca del 5% de inmediato si las cadenas de valor sufren una ruptura generalizada. En medio de una tendencia a la relocalización de alrededor del 45% de las empresas con vocación exterior, casi el doble que en el primer trimestre de 2024.
Todo ello afectará a los marcos monetarios y al uso internacional de las divisas, además de sumar dificultades a los bancos centrales. El propio FMI les alertaba esta semana de que estén prestos a intervenir para evitar una crisis financiera por las réplicas que emiten los mercados tras los movimientos sísmicos arancelarios provocados por la Casa Blanca. El BCE considera que el nuevo mapa comercial generará nuevas alianzas y aumentará en un 30% las reservas de divisas.
Es en este contexto en el que Fráncfort, también está molesto por la injerencia de Trump en la Fed con su amenaza directa a la salida de Jerome Powell para forzarle a bajar tipos y espolear una economía en riesgo de recesión; a pesar de que la ley impide su cese sin causa justificada.
Despegue alemán con eurobonos competitivosEl euro -afirma Lagarde- “podría aprovechar la demanda de ciertos países que buscan reducir su dependencia de los sistemas de pago” con dominio del dólar. Si bien insiste en que la condición más valorada sigue siendo la solidez económica, para lo que la UE debe completar la unificación de sus mercados de capitales, como solicita Enrico Letta, y ganar productividad y competitividad como reclama Mario Draghi en sus informes.
Sin mencionarlo, el BCE vuelve a poner sobre la mesa de los jefes de Estado y de Gobierno de la zona del euro las emisiones de eurobonos que defendió Draghi en su periplo como presidente del banco emisor europeo y a lo largo de su reciente diagnóstico sobre los males que impiden a Europa rivalizar con EEUU y China. “Es la guinda que necesita una bolsa única europea que emule a Wall Street, una banca transfronteriza para ser realmente eficiente y el BCE para emitir liquidez mundial como realiza la Fed en casos de inestabilidad sistémica” afirman en la Hertie School del Jacques Delors Centre, lo que daría vuelo al peso internacional al euro.
Aunque el otro gran anabolizante que precisa la moneda común traslada la responsabilidad a su locomotora económica. Alemania, reacia a los eurobonos y sumida en una recesión de dos años, ha empezado a virar su política fiscal. Ya no defiende a ultranza la disciplina, sino que contempla presupuestos expansivos en infraestructuras y gastos militares para espolear su maltrecho PIB. Y lo que es aún más positivo. Berlín se abre, aún sin alardes, a que el bund germano sea la base de un eurobono y la alternativa de estabilidad global del bono americano.
Este cambio de tercio alemán se achaca, de nuevo, a los costes arancelarios estadounidenses y a la fractura geopolítica con Washington en el terreno de la Defensa. Safra Sarasin, economista jefe de Karsten Junius, cree que la desigual naturaleza de los gravámenes americanos “podría cambiar la dinámica de las divisas” sobre todo las de mercados con castigos excesivos por parte de la Administración Trump, un espacio que el euro puede conquistar al dólar.
De igual modo que los aranceles recíprocos “han revertido los flujos de capital en el sistema financiero global”, constata Brij Khurana, de Wellington Management, porque muchos países a los que Washington les exige tarifas superiores al 10% están repatriando capital a sus mercados, lo que debilitaría aún más al dólar“. A lo que hay que añadir -enfatiza Alessandro Vitaloni, gestor de Symphonia SGR, la compleja refinanciación de la deuda americana este ejercicio.