Para los artistas flamencos, Japón es algo más que una nación insular donde lo exótico se cruza con la tecnología. Para ellos, Japón es esa tierra del Oriente mítico donde a los artistas flamencos se les venera como auténticos dioses.
Antonio Gades, Cristina Hoyos, Paco de Lucía o el mismísimo Camarón forman parte del panteón Shinto junto a los demás kami. Son espíritus sagrados, deidades celebradas y respetadas por su origen divino. Bien mirado, el flamenco es un impulso sacro convertido en expresión artística; una facultad ancestral que muy pocas personas poseen. En Japón lo saben, de ahí su devoción.