Al menos hasta el próximo 1 de agosto. Entonces, pasará a ser francés. Lo será hasta el siguiente 1 de febrero, cuando vuelva a ser español. Este pimpón de nacionalidades es la característica más pintoresca de la Isla de los Faisanes, un trozo de tierra en el río Bidasoa, entre Hendaya e Irún, que cambia de soberanía cada seis meses. Lo hace con una ceremonia militar donde ambos países se intercambian el poder sobre el islote.
El cambio de soberanía homenajea, de alguna forma, los dos sucesos más importantes que ocurrieron en la isla, la firma del Tratado de Paz de los Pirineos en 1659, y su ratificación por el compromiso contraído entre Luis XIV y la infanta María Teresa. Aunque parezca algo simbólico, el que cada seis meses pertenezca a un país implica ciertas cosas. “El cambio es algo que no tiene una consecuencia práctica efectiva. No está habitada la isla. Pero imaginemos que hubiera un delito. O que aparece un cadáver. Pues dependiendo del semestre se aplicaría uno u otro Código Penal”, ponía como ejemplo Guillermo Echenique, subdelegado del Gobierno español en Gipuzkoa, en un reportaje sobre la Isla de los Faisanes en elDiario.es.
El director y guionista Asier Urbieta parece haber cogido esa declaración y haberle dado una vuelta de tuerca, ¿qué pasaría si apareciera un muerto justo en el cambio de guardia entre un país y otro?, ¿de quién sería ese muerto? Y, para rizar el rizo, ¿qué pasaría si ese muerto fuera un migrante africano que intentaba cruzar el Bidasoa? Con esa pregunta introduce otro elemento actual, pero desconocido para casi todo el mundo, y es que muchos inmigrantes intentan llegar a Francia cruzando el río, muriendo por el camino, un pequeño estrecho que contó en su documental Bidasoa 2018 - 2023 Fermín Muguruza. En 2021, diez personas fallecieron en sus aguas. Se estima que más de 60.000 inmigrantes han pasado por allí desde 2018.
Todo ello forma parte de La Isla de los Faisanes, el drama social dirigido por Urbieta —que ha llegado este fin de semana a los cines— que coge esa hipótesis, un muerto que nadie quiere en un islote que cambia de soberanía, para hablar del racismo institucional y sistémico y de la falta de acción de Europa ante estos problemas. Todo partió de una noticia en un periódico, un muerto en el Bidasoa. Fue a partir de ese momento cuando comenzó a leer y conocer todo el flujo migratorio que traían sus aguas.
Durante el proceso de documentación del filme murieron 10 personas. Siete ahogadas y tres arrolladas por el tren entre Hendaya e Irún. Ahí surgió su pregunta y la idea de colocar ese lugar casi mitológico que conocía de su infancia, La isla de los Faisanes, como “una metáfora que servía para hablar de las fronteras”.
Un dilema moralPara contar todo ello, la película coloca el foco en una pareja que vive en Irún. Él es negro y sufre el racismo institucional cada vez que cruzan el puente hacia Hendaya a ver a unos amigos. Un día, ven en el borde del Bidasoa a dos personas migrantes ahogándose. Mientras que ella —Jone Liaspur, ganadora del Goya por Ane— se tira a ayudar, él —Sambou Diaby— se queda paralizado. Uno de los dos extranjeros muere en el agua. El muerto que luego aparecerá en la Isla de los Faisanes. Eso introduce un dilema moral muy potente en el filme, ese ¿tú que hubieras hecho? Que en esta ocasión tiene un agravante racial.
Por desgracia hay muertos de primera y muertos de segunda según los intereses políticos que puedan tener los medios de comunicación en ese momento
“Quería lanzar esa pregunta al espectador, qué haría él, si se lanzaría o no, porque es algo que tienes que decidir en tres segundos. A veces tienes unos ideales, unos principios, pero cuando trabaja el inconsciente te puedes llevar un chasco. Quiero que la gente se pregunta por su posición en el mundo, si actuaría o sería un mero espectador. Ahí entra la responsabilidad individual, que si la unimos la convertimos en una responsabilidad colectiva y podríamos hacer mucho más”, cuenta el cineasta.
Para el director, lo que ocurre muestra que somos una sociedad que mientras la realidad no le salpica a la cara nos quedamos en las buenas intenciones. A la hora de actuar la mayor parte se quedaría en la orilla en vez de saltar. “Los personajes viven de espaldas a la emergencia migratoria, pero se lo encuentran delante de sus morros y ahí toca reaccionar”, dice sobre su propuesta narrativa y explica por qué le parecía importante que fuera una pareja interracial: “Nos parecía interesante, y que la persona que no saltara fuera la persona negra. Eso da una profundidad mucho más grande a la película”.

A través de su personaje, además, se muestra el racismo cotidiano lleno de “detalles que están cogidos de la realidad”. “Hay una escena que es algo que me pasó a mí, y es que vi como a una persona negra le pidieron que pagara un café antes de dárselo, algo que no hacían con ningún otro cliente. Quería que abriéramos los ojos a esas pequeñas cosas cotidianas en las que se trata diferente al que no es como nosotros”, señala.
Con el filme también evidencia cómo una realidad parece que no existe si los medios no ponen el foco en ella. “Suele pasar con estos focos mediáticos. Hablamos todos de Ucrania un tiempo y luego nos olvidamos, y con el Bidasoa pasa que no es el punto más caliente de la migración, y el foco no está en esta frontera sino en otros lugares. Creo que sí, que, por desgracia, hay muertos de primera y muertos de segunda según los intereses políticos que puedan tener los medios de comunicación en ese momento”, critica Asier Urbieta.
Si su película plantea que como ciudadanos hay que tomar la decisión de actuar o no actuar, como cineasta Urbieta se plantea el mismo debate, aunque en su caso la decisión “sale de una manera natural”: “Hay temas que me interesan y quiero contarlos. A veces es una denuncia sobre algo que está ocurriendo, como me pasó con la serie Altsasu y me ha ocurrido con esta película, porque para mí el cine puede ser un motor de cambio, un lugar de reflexión y una forma de llegar al público. Estamos inmunizados a lo que cuentan los medios, a los datos, pero con la película queríamos emocionar y hacerles reflexionar”.