Precisamente desde Lima, ciudad donde falleció el pasado domingo Vargas Llosa a los 89, Bryce Echenique ha realizado unas sentidas declaraciones al conocer la noticia. Para el escritor que le sobrevive se trata de “una noticia tremendamente triste”, que ha calificado de “un duelo para el Perú y un duelo para cada uno de los peruanos”. Y ha añadido: “Ha sido el peruano de todos los tiempos”.
Junto a Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro, Bryce Echenique es uno de los tres grandes exponentes de la literatura peruana de la segunda mitad del siglo XX. Los tres autores compartieron experiencias vitales muy similares, ya que nacieron en familias de la burguesía pudiente de Perú y desde su juventud viajaron al extranjero, principalmente a París, ya fuera por motivos políticos o por formación literaria. Además, a pesar de regresar con asiduidad a su país de origen, los tres ha vivido la mayor parte de su vida en el extranjero.
Ahora, tras la muerte de Vargas Llosa –Ribeyro murió en 1994–, Bryce Echenique queda como el último representante tanto de la literatura clásica peruana como del llamado 'boom latinoamericano', el movimiento literario que entre las décadas de 1960 y 1970 puso en el mapa editorial internacional a un elenco de jóvenes autores que escribían en español desde América Latina.
Bryce Echenique, la peculiaridad como estiloSi bien Bryce no ha tenido una carrera de las dimensiones de la de Vargas Llosa, sí ha destacado por la peculiaridad de su estilo, donde la ironía, o los narradores más impensados, han sido sus vehículos para contar las historias de sus novelas, muchas veces amargas o críticas, pero a las que su sentido del humor hacía memorables para sus lectores.
No tiene, en este sentido, obras de la entidad crítica de la citada Conversación en La Catedral o de la épica de La guerra del fin del mundo, pero con Un mundo para Julius (1970), su obra más importante y una suerte de autobiografía de infancia narrada desde la perspectiva de un niño, disecciona a la alta sociedad limeña de su juventud sin ningún tipo de concesiones. Racismo, clasismo, machismo y violencia sexual afloran a lo largo de la novela en comportamientos que, se presume, Bryce atribuye a sus padres. Y lo hace de un modo tan cruel como ingenuo, que es como se supone que ve las cosas un niño.
Por otro lado, el uso de la ironía es el motor de algunas de sus mejores novelas. Tal es el caso de La vida exagerada de Martín Romaña, publicada en 1981 como parte de un díptico que Bryce bautizó como Cuaderno de navegación en un sillón Voltaire y que comprende, además, el libro El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz.
Al igual que en Un mundo para Julius, Bryce nos cuenta La vida exagerada de Martín Romaña su propia historia, en este caso su juventud y sus primeros años en España y Francia tras salir de Perú. Martín Romaña, encarnación literaria de Bryce, es un joven estudiante peruano que pasa por una serie de peripecias vitales llevadas al paroxismo y la exageración humorística con el fin de provocar la hilaridad, pero en el fondo esconde el elenco de desgracias e infortunios que el autor sufrió en su juventud.
Posteriormente, publicó en los 90, y en Anagrama, su trilogía Permiso para vivir, Permiso para sentir y Permiso para retirarme, tres tomos autobiográficos y abordados como siempre desde la ironía, que él mismo denominó alternativamente como Antimemorias I, Antimemorias II y Antimemorias III. También destaca de la década de los 90 la novela Reo de nocturnidad, una obra donde refleja sus problemas con el insomnio crónico que padece y que fue Premio Nacional de Narrativa en España en 1998.
El 'boom' de Carlos BarralTanto Vargas Llosa como Bryce Echenique estuvieron entre los integrantes más jóvenes del llamado 'boom' latinoamericano, si bien el primero es considerado como uno de los nombres más destacados del movimiento. No obstante, con Un mundo para Julius, publicada en 1970, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura 1972 en Perú, Bryce se inscribe de pleno derecho dentro de este fenómeno literario, si bien cuando este ya había superado su momento álgido, marcado por la publicación en 1967 de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. También Vargas Llosa había publicado en 1963 La ciudad y los perros y seis años después Conversación en La Catedral.
De hecho, la denominación como 'boom' de esta hornada de escritores aparecidos entre 1960 y 1970, aunque algunos publicaron varias de sus obras señeras unos pocos años más tarde, es producto más de la visión comercial editorial europea que de una organización como grupo del conjunto de autores y autoras, que también las hubo. Tiene mucho que ver con Carlos Barral, fundador y entonces director editorial de Seix Barral, y con la agente literaria Carmen Balcells.
Entre ambos dieron acomodo y dimensión a los principales protagonistas del movimiento, como García Márquez y Vargas Llosa –que residieron en Barcelona bajo la protección del Balcells–, pero también a José Donoso, Carlos Fuentes, el mismo Bryce o Julio Cortázar, que a pesar de una fructífera carrera anterior, publica en 1963 Rayuela, la novela que le sitúa como uno de los grandes maestros del 'boom'.
La mayoría de ellos entraba en contacto con Seix Barral a través del Premio Biblioteca Breve, ideado por Barral para descubrir nuevos talentos en Latinoamérica, tal como confesó el propio editor en su libro de memorias Cuando las horas veloces. Posteriormente, los nuevos valores adquirían dimensión europea e internacional gracias a la incesante labor de Barral, que se pasaba gran parte del año moviendo sus autores por las ferias y certámenes literarios del continente.
Vargas Llosa gana el Biblioteca Breve en 1962 con La ciudad y los perros; Cabrera Infante lo conquista en 1964 con Tres tristes tigres; Carlos Fuentes lo obtiene en 1967 con Cambio de piel, y en 1968 triunfa País portátil del venezolano Adriano González León. En 1970 no se falla por la salida de Barral de la editorial, pero el ganador iba a ser El obsceno pájaro de la noche de José Donoso. Ese año también se presentó Bryce con Un mundo para Julius. Otro valor de Seix Barral fue el chileno Jorge Edwards (fallecido en 2023), que en 1965 publica en la editorial El peso de la noche.
En cambio, Barral rechazó la que sería obra cumbre del movimiento, Cien años de soledad, que fue ofrecida por García Márquez al editor catalán, pero este la rechazó alegando, al parecer, que no tendría éxito. La novela apareció en la Editorial Sudamericana de Buenos Aires y desde entonces es el gran clásico de la literatura hispanoamericana del siglo XX y máximo exponente del estilo denominado “realismo mágico”.
Elena Garro y Manuel Puig, los olvidados del 'boom'El 'boom' latinoamericano también tiene sus autoras y autores a reivindicar. Olvidadas ellas debido al machismo de aquellos años en los que solo se destacaba la obra masculina, y ellos, LGTBI, por la homofobia derivada de este mismo machismo. La mexicana Elena Garro es un ejemplo del primer grupo, una autora que por estilo y época debe inscribirse dentro del movimiento.
Se la considera una precursora del realismo mágico debido a sus tres primeros libros: Un hogar sólido (1958), Los recuerdos del porvenir (1963) y La semana de colores (1964). En ellos, al igual que en Pedro Páramo, del también mexicano Juan Rulfo, donde son los muertos de una matanza los que nos cuentan los acontecimientos, los sucesos mágicos sirven de herramienta para contar la realidad desde un punto de vista crítico.
En cuanto a autores LGTBI que merecen figurar, nadie como el argentino Manuel Puig, fallecido en 1990. En 1965 quedó finalista del Premio Biblioteca Breve –ese año ganó Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé– con La traición de Rita Hayworth, pero no vio publicada su novela hasta 1969 en la Editorial Sudamericana.
Como escribió la revista argentina Sudestada en 2003 y posteriormente se ha ido repitiendo en diferentes medios, aunque nunca se ha confirmado por un testigo directo, Vargas Llosa, que estaba aquel año en el jurado del premio, decantó la votación en favor de Marsé para que no ganara Puig, del que al parecer dijo: “Escribe como Corín Tellado”. Sea o no cierta la anécdota, Puig publicó finalmente la novela en francés con la editorial Gallimard, con gran éxito. Posteriormente, terminó firmando con Seix Barral, con quien publicó novelas notables, algunas de temática abiertamente LGTBI, como Boquitas pintadas o El beso de la mujer araña, que fue llevada al cine por Héctor Babenco, con Raúl Juliá y William Hurt en los papeles protagonistas.