Su relación con su cuerpo, su forma de ver la vida y a su entorno para siempre: tenía esclerosis múltiple. Más de dos décadas después se ha reencontrado con aquel Roberto Enríquez que, ya entonces, era capaz de explicar muy bien lo que estaba por venir, pese a que apenas había tenido síntomas.
El crítico televisivo y escritor ha reeditado aquel libro añadiendo un nuevo compendio de poemas que conectan con el presente para explicar cómo está ahora. “Será vuestra lectura quien me haga futuro”, afirma en sus páginas. Entonces intercaló sus textos con fotografías de su amiga Toya Legido, a las que ha sumado las tomadas por su pareja, el fotógrafo Mauricio Rétiz.
¿Cómo le ha sentado este reencuentro con los poemas que escribió hace 27 años?
Era la primera vez que reflexionaba sobre el cuerpo que podía enfermar. Me pareció bonito que entonces entendiera que me ponía en un lugar nuevo para la vida, para moverme en la vida, para observarla.
Cuenta que lo ha escrito a mano, tras aprender a escribir con la izquierda. A unos ritmos contrarios a los actuales, en los que todo tiene que ser rápido, y ya.
He peleado mucho contra eso porque hay una necesidad como de no quedarme fuera y a veces tiendo a la hiperproducción, aunque no pueda hacer todo lo que pueda. Pero ahora estoy en el momento en el que todo lo que puedo hacer es presencialmente, que también va en contra de los tiempos. Me cuesta mucho teclear en el móvil, pero apenas ir a un teatro, un auditorio, una librería o un centro cultural a hablar. Hablar se ha convertido en otra forma de escribir, en voz alta.

Entre pasado, presente y futuro, ¿dónde vive usted?
Vivo en un presente constante y todo lo gozoso que puede ser, porque es el único momento en el que se pueden hacer cosas. Mi único futuro es la agenda que tengo de aquí a dos meses. Creo que todo lo que escribimos sirve para crear un futuro común. No escribimos solos. Quienes lo hacemos no tenemos que pensar que nuestra obra es la definitiva, sino que es una parte de un engranaje de una memoria de los tiempos que estamos creando.
¿Siente que en 27 años ha cambiado la forma de hablar sobre ella y cómo lo recibe la sociedad?
La enfermedad siempre es un tabú. Con el tiempo se ha convertido en algo desde lo que hablar por parte de enfermos y enfermas, pero que los demás no quieren escuchar. Que es normal, pero es que cada vez estamos más enfermos y enfermas, con lo cual, cada vez es una conversación más común. No se puede construir un mundo solo para los sanos, nos estaríamos perdiendo muchas cosas. Hace poco hablaba sobre esta especie de eugenesia que está habiendo por la que cada vez nacen menos bebés con síndrome de Down. Si empezamos a construir un mundo en el que eliminamos a estas personas y a las que vienen con malformaciones físicas para que no haya que adaptarse a ellas, será mucho peor para todes. Si hablamos de diversidad hablemos de todas las diversidades.

Y de ocupar espacios.
Claro, y ocupar espacios que además sean comunes. Me llama mucho la atención cuando me encuentro con alguien que hace tiempo que no veo y desde la silla de ruedas, no sabe cómo tratarme. Me parece superlegítimo, pero pienso en que si te pasa eso es porque en tu vida cotidiana no has tenido oportunidad de aprender cómo tratar a una persona en silla de ruedas. Eso es porque no compartimos espacios suficientes, porque alguien se ha encargado de que sean compartimentos estancos. Es muy importante que rompamos eso.
Yo hablo de la enfermedad con cierta serenidad, e incluso con humor, pero no puedo exigírselo a los demás. También entiendo que en otras circunstancias alguien en mi situación quiera quemarlo todo y llevar lanzallamas adosadas a la silla de ruedas
A la hora de hablar sobre la enfermedad opera cómo hacerlo y qué lenguaje utilizar, a menudo muy belicista que lo enmarca en “luchas” o “batallas” contra el cáncer, por ejemplo.
Lo detesto. No hay lucha ni batalla, lo que hay es una convivencia con la enfermedad. Y luego hay que saber desde dónde hablamos. Siempre explico que yo hablo de la enfermedad desde el privilegio de tener un entorno emocional maravilloso, de tener la suerte de haber encontrado un trabajo compatible con mi enfermedad, de tener una buena situación material dentro de lo carísimo que es ser dependiente, pero mi forma de hablar de la enfermedad no es la única forma legítima.
Yo hablo de la enfermedad con cierta serenidad, e incluso con humor, pero no puedo exigírselo a los demás. También entiendo que en otras circunstancias alguien en mi situación quiera quemarlo todo y llevar lanzallamas adosado a la silla de ruedas. Y que también hay gente que lo único que quiera sea morirse. Me da miedo que se me utilice como único formato válido desde donde hablar de la enfermedad, la dependencia y la parálisis. Todos lo son.

¿Trabajar en televisión es otra forma de ocupar espacio?
Sí. Está bien que se vea que puedo ocupar este espacio, y que igual que yo, lo puede hacer mucha otra gente. Tenemos que romper los modelos de quiénes estamos legitimados para ocupar espacios públicos. También muchas veces siento que me sobreexpongo, porque si no, acabaría perdiendo esos espacios. Y al final, el espacio en el que no participas se acaba cerrando y no dejándote sitio. Siempre que voy a la tele estoy abriéndole un espacio a alguien que va a ir detrás de mí. Y eso es un trabajo que tengo que hacer, igual que otros lo han hecho por mí antes, como el Langui o Echenique.
Siempre que voy a una tele o a un teatro en silla de ruedas estoy abriéndole un espacio a alguien que va a ir detrás de mi. Y eso es un trabajo que tengo que hacer, igual que otros lo han hecho por mi antes.
Echenique peleó para tener un espacio en silla de ruedas en el Congreso, y no lo tuvo. ¿Cómo se lee eso para una persona en silla de ruedas que quiera dedicarse a la política? Que no hay un lugar físico para ti. Y los lugares físicos, cuando tu cuerpo es tan determinante en tu vida, se acaban convirtiendo en lugares simbólicos. Si no hay un hueco físico, tampoco hay un hueco imaginativo ni de otro tipo. Y muy poca gente piensa eso.
En su caso, es además una persona generosa en cuanto a que opina, también ahí hay militancia, independientemente de que esté en silla de ruedas.
Sí, pero yo aprovecho todas las circunstancias. Y asumo que no basta con estar, también hay que dar cosas, hacer pensar. Además, yo tengo ese privilegio de que mi cuerpo está en constante mutación, lo que obliga a que mi cabeza esté en constante mutación, y a que pensarme y pensar las cosas del mundo para mí es algo muy habitual.
Va a incorporarse a La familia de la tele en TVE, en la presentación dijo que las tardes están ahora aburridas en televisión, ¿por qué?
Siento que se ha entendido que el formato para la tarde tiene que ser una cosa de novela, mucho true crime y suceso; y está muy bien que replanteemos compañía, diversión. Una tele nueva para otra gente nueva.

¿Fue esto lo que le llevó a querer estar en el programa?
Sí, y porque quiero aprender. Belén Esteban es una bestia televisiva. Tenerla al lado me interesa mucho y me apetece también recomendarle libros. Y María Patiño igual, me parece una persona marciana. Necesito saber cómo funciona esa cabeza. Me apetece formar parte de eso sin prejuicio, con diversión. Además nos podemos alimentar mutuamente.
Belén Esteban me parece una bestia televisiva y María Patiño una persona marciana. Necesito saber cómo funcionan esas cabezas
Precisamente María Patiño alabó en este acto su ternura, ¿nos falta ternura?
Falta mogollón de ternura. Falta capacidad para no sentirte desarmado. Para mí la ternura es inevitable. De la ternura salen cosas muy bonitas, de la escucha, de la complicidad. No es algo que haya buscado, pero es verdad que es algo que no he reprimido. Siento que lo aprendí mucho cuando trabajé con Andreu [Buenafuente], que había siempre un ambiente de mucho cariño pese a que era superheteruzo, pero muy tierno en el fondo. Sé que hay mucha gente que no lo entiende, que le parece que la única actitud es la soberbia o la agresividad. Desde ahí se consiguen muchas menos cosas.
¿Es que en qué momento de repente la ternura se ha convertido en un tema?
Claro, ¿por qué es llamativo? Es que la ternura exige dos cosas que estamos perdiendo: tiempo y capacidad de aproximación. Eso también va en contra del signo de los tiempos. Cada vez tengo más claro que todo lo que hagamos tiene que ser compatible con la vida. No tiene sentido que tú hagas periodismo, pero que signifique que no puedas tener una vida satisfactoria, personal, etc., porque entonces no estás viviendo y no estás haciendo lo que tienes que hacer de la mejor manera. Porque al final, tu trabajo filtra toda tu vida.
Es verdad que, veces, el rodillo va tan rápido que cuesta darse cuenta de que estás ahí.
Es que cuando estás dentro, a veces es mejor no darse cuenta porque, ¿qué vas a hacer? ¿Qué puedes hacer? Lo que pasa es que hay un momento en el que por cualquier circunstancia la vida te aleja un poco de eso, y ahí sí te das cuenta. Lo difícil es pensar, cuando vuelva a esta centralidad, ¿podré mantener todo eso que reflexioné o me va a absorber otra vez esta vorágine? Es complicado, pero es una cultura que tenemos que ir cambiando. Y sobre todo dejar de celebrar la competición. Dejar de buscar batallas, peleas, triunfos, podios, y pensar que hay un sitio para todes. Se ve en la televisión, todo son concursos. No existe exhibición, no existe disfrute, existe competición. Y a mí eso me aburre que me mata.
¿Cuánto hay que dejar a Vox ocupar platós?
No podemos tener a alguien de Vox para que todos los demás nos enfrentemos a lo que dice. Tiene que haber una conversación sobre cualquier asunto y que esa persona dé su punto de vista. Dejar que alguien de Vox lance su mitin en televisión es regalarle un espacio público para que haga llegar su veneno. Que opinen sobre otras cosas, pero sin soflamas. Convertirlo en un espacio de espectáculo y de propaganda gratuita, me parece un riesgo. Si consideran que son una fuerza democrática más, que se comporten como tal, también en los medios de comunicación.
Dejar que alguien de Vox lance su mitin en televisión es regalarle un espacio público para que haga llegar su veneno
Dentro de una actualidad sometida a la actualidad política, defendía que no había que perder el foco de la importancia de la cultura, y cómo la poesía tenía que estar para eso.
Para dar otro punto de vista, otra mirada, otro refugio. No nos pueden imponer que la realidad es la que sale en los telediarios u ocupa las portadas, porque hay mucho más, y porque ese mucho más acaba calando de un modo mucho más importante. Cada vez soy más partidario de los encuentros personales, comunitarios, asamblearios, en un cumpleaños, un parque, un recital. Es mucho más difícil odiarse cara a cara. El fascismo nos lleva a pensar que todos los demás son el horror, que no podemos confiar en los semejantes, y eso es mentira.